A mi yo del pasado le diría que confiase más en ella misma y fuese más libre. A la del futuro, que cada día se enfoque en ser fiel a sí misma y en todo aquello que le aporta cosas buenas. La vida (y particularmente, el trabajo) es cambio y aprendizaje constante.

A mi yo del pasado le agradecería por su fuerza, su amor por la naturaleza, y por su sentido de justicia. A mi yo del futuro, que espero siga siendo humilde, curiosa y valiente.

A mi yo del pasado le diría que luche y que siga creyendo en sí misma. A mi yo del futuro le diría que se sienta orgullosa de todo lo que ha logrado.

A mi niña del pasado le diría que no se preocupe, que al final encontrará el camino. A la del futuro, que nunca deje de esforzarse, porque al final merecerá la pena.

A mi yo del pasado le diría que disfrute del camino y que siga siendo la mejor versión de sí misma. A mi yo del futuro, que espero que nunca pierda la ilusión por lo que hace y que estoy orgullosa de ella.

A esa niña le diría que confiara en sí misma, que al final todo irá bien. A mi yo del futuro, que lo ha hecho bien, que esté orgullosa de haber aprovechado las oportunidades que se le han presentado.

A la niña del pasado, que no tenga ni miedo, ni vergüenza, y que se atreva a soñar. A la mujer del futuro, que recuerde y valore cada minuto y momento de su vida.

A esa niña le diría que siga fuerte, curiosa y valiente. Los desafíos son lecciones que te preparan para lo grande. A mi yo del futuro le diría que continúe enfrentándose a cada desafío con la perseverancia que le caracteriza y sin perder su esencia y su sonrisa.

A mi yo del pasado, que haga lo que le apasione y se dé la oportunidad de equivocarse. A mi yo del futuro, que siga exprimiendo cada experiencia y que, de vez en cuando, valore su evolución.